El Magnetismo de la Autenticidad
- Julia Elena Calderon
- 9 jun
- 6 Min. de lectura
¿Qué pensarías si lo que juzgas hoy como “defectuoso” en ti fuera, en realidad, la señal más profunda de tu autenticidad? Hay algo en ti —esa parte que ocultas, que te avergüenza o que te hace sentir fuera de lugar— que, en realidad, podría ser tu mayor belleza. A veces, lo que no brilla, lo que se sale del molde "normal", lo que parece un error, es justamente lo que despierta admiración, conexión y amor verdadero. Este escrito nace de mi experiencia con este tema y es una invitación a mirar con nuevos ojos lo que eres y a descubrir que ser auténtica no solo es posible, sino magnético.
¿Alguna vez pensarías en acariciar un automóvil?
La gente, literalmente, acaricia nuestro automóvil. Incluso he visto señoras que se detienen en la calle y le pasan la mano suavemente a Kimmy (así bautizamos nuestro carro). Kimmy es un auto aparentemente normal: un Chevrolet Aveo familiar rojo, modelo 2012. Lo único diferente es la pintura: tiene una textura resquebrajada, pero no por elección, sino por un "error".
Lo que pasó...
La persona que nos vendió el auto (un familiar muy cercano) se comprometió a entregarlo pintado, porque tenía la pintura rayada y pelada. Cuando nos lo entregó, notamos algo "particular" en la pintura: tenía un color mate, no brillaba y se notaba una textura en toda la superficie.
Lo que sentimos fue enojo, desilusión y frustración porque no había quedado como los demás carros: brillante y liso. Se veía "defectuoso". Pero nuestro familiar había aceptado que le pagáramos el auto por cuotas, sin bancos, así que decidimos perdonar el hecho, seguir adelante con el negocio y quedarnos con el carro, tal cual.
Al menos ya no tenía rayones ni partes peladas; solo era mate y con textura.

Todo está en el ojo del que mira...
Pocas semanas después, la textura se fue transformando hasta parecer resquebrajada. Sebas y yo volvimos a sentir enojo, frustración y desilusión. No teníamos dinero para mandar a pintar el carro en ese momento. Recuerdo que los dos tocamos suavemente la pintura; en silencio, palpábamos las mini grietas en la superficie. En ese momento yo tenía dermatitis activa en mis manos y mientras pasaba los dedos sobre la pintura, tuve una epifanía: “Sebas, ¡mira! Kimmy es como yo. Tiene dermatitis. Yo tengo la piel de las manos igual de resquebrajada”.
La frustración y la desilusión se desvanecieron de mi corazón, y surgió una sonrisa llena de amor: decidí ver a Kimmy con compasión y aceptación, como empezaba a verme a mí misma por tener dermatitis.

Me juzgaba por no ser "normal"...
He tenido dermatitis en las manos desde los seis años, y la tuve en los pies hasta los dieciocho. Durante mi infancia y adolescencia se expresó muy agresivamente. Me daba mucha vergüenza que me vieran las manos o los pies. Por un tiempo no pude usar zapatos para ir al colegio; tenía que usar alpargatas de cabuya, y eso me hacía sentir como un bicho raro.
Mis papás probaron de todo conmigo, desde medicamentos hasta remedios naturales. Recuerdo que mi papá recogía agua termal del volcán Puracé, en el Cauca, porque decían que las propiedades del azufre y los minerales del agua volcánica ayudaban a sanar la piel. No puedo decir que eso sea verdad...
Pensaba que era injusto no ser una niña "normal". No sabía qué había hecho mal para merecer esa dermatitis. Me sentía "defectuosa"; soñaba con ser otra niña, en otra vida, con la piel sana. Pero eso hizo que sembrara en mí la creencia de: "no soy buena", "la vida me castiga", "no ser normal es malo".
"Yo sí te amo" —att. la dermatitis
Unos años después de comprar a Kimmy, yo estaba en proceso terapéutico con Ovi y le pedí una cita para que me ayudara a entender el mensaje de esta enfermedad. Con sus herramientas de terapia sistémica, me puso a hablar directamente con la dermatitis. Fue una de las sesiones más retadoras, incluso más que sanar a los padres. Después de un río de emociones —entre ellas, enojo, frustración y soledad—, pregunté a la dermatitis por su mensaje. La respuesta me desarmó: "Yo sí te amo". No me esperaba ese mensaje. Me quedé suspendida por el asombro y luego hundí el rostro entre mis manos, enjugando el llanto que me salía del corazón. Me desplomé.
Desde entonces, cada vez que vuelve la dermatitis, me doy cuenta de que llevo muchos días juzgándome, pensando mal de mí misma, viéndome imperfecta, incapaz, inadecuada. Así que me dispongo a acariciarme, recordando que "yo sí me amo", tal como soy.
La historia que cuentas lo cambia todo...
Después de la epifanía —dermatitis y pintura del auto—, nos despreocupamos del asunto, pero empezó a pasar algo muy curioso: la gente comenzó a preguntarnos por la pintura del carro. Nos preguntaban con entusiasmo cómo habíamos logrado ese efecto, quién lo había hecho. Al principio, explicábamos que fue un error en el proceso de pintura, que no era un efecto especial ni fue intencional, que más bien era un defecto. La historia los sorprendía, pero no los desencantaba, y siempre se despedían diciendo: “quedó muy bacano”. Sebas y yo nos mirábamos perpléjos.
Un día decidimos dejar de contar la historia del "error" y empezamos a decir que era un efecto especial que mandamos a hacer, y que habíamos quedado muy contentos con el resultado. La gente se emocionaba aún más y empezaba a acariciar el auto. Le pasaban la mano suavemente, sintiendo con delicadeza la textura. Nos contagiaban su asombro y nos felicitaban por el resultado. Sebas y yo nos mirábamos y nos reíamos.
Muchas veces hemos dejado a Kimmy parqueado en la calle, y, al regresar, hemos visto personas detenidas admirándolo y acariciándolo. Incluso recuerdo una vez que estábamos en una ferretería, habíamos parqueado frente al local, y una señora adulta venía caminando con una bolsa del mercado. Se detuvo, miró a Kimmy con sorpresa, se inclinó para acariciarlo. Lo observó con detenimiento, le pasó la mano por última vez y siguió su camino. Esto sigue sucediendo hasta el día de hoy.
El magnetismo de Kimmy lo tenemos todos
Yo creo que todos —tú, yo— nos conocemos muy bien. Tenemos clara nuestra Verdad, sabemos cuál es la canción que suena en nuestro corazón y reconocemos bien los colores de nuestra alma. El gran dolor que muchas personas cargamos es no amar nuestra autenticidad. Sentimos que ser diferentes está mal, que nuestra música y colores son un defecto. La rabia y la frustración vienen del esfuerzo de esconder nuestra Verdad y tratar, a toda costa, de parecernos a lo que hemos catalogado como "normal" y aceptable.
Los automóviles se ven iguales y "normales" porque son máquinas producidas en serie. Pero ni tú ni yo fuimos creadas en serie para ser iguales. Todo lo contrario: tú y yo existimos para ser únicas e irrepetibles. Realizar tus sueños empieza con reconocer que tú eres tu sueño cumplido, y decidir mostrarte auténticamente. Si Kimmy, un carro en serie que un día se volvió único, atrae la admiración y las caricias de la gente, con mayor razón, Ser tú auténticamente, fuera de serie, activará tu magnetismo y traerá a tu camino todo lo que sí expandirá tu felicidad.
El camino espiritual es un camino de autenticidad
Algunas creencias son más difíciles de soltar, como la de no ser buena y, por lo tanto, no merecer amor. Aunque el mensaje de la dermatitis fue muy poderoso y desvaneció muchas creencias limitantes en mí, me costó mucho tiempo creerlo e integrarlo.
Yo sentía que estaba cerrada al Amor, que no era capaz de dar amor ni de recibirlo, y mucho menos de merecerlo. Cuando toqué fondo hace tres años, ya había encontrado el camino espiritual de Un Curso de Milagros, pero colapsé a tal punto que mi terapeuta me dijo que necesitaba medicarme para recobrar el equilibrio emocional y mental.
Larga historia hecha corta: me rehusé a ver a un psiquiatra y medicarme. Dejé de solo leer y repetir como lorito las ideas de Un Curso de Milagros, y decidí comenzar a vivirlas. Mi corazón me decía que esa era mi verdadera medicina, la que me traería la sanación total y todo lo que yo más deseaba: amor, paz mental, felicidad y libertad para vivir, mostrarme y ser auténticamente yo.

Y tú, ¿cómo te estás mirando hoy?
Tal vez tu pintura también se vea resquebrajada. Tal vez, como yo, has sentido que tu piel, tus emociones o tu historia no encajan en lo que se supone que es “normal”. Pero… ¿qué tal que no haya nada que arreglar? ¿Qué tal si eso que te parece un defecto, es una llamada de tu corazón para que recuerdes que tú sí te amas? ¿qué tal si lo que más anhelas es poder ser Tú, auténticamente?
Seguir un camino espiritual no se trata de seguir un libro, ni un guru, ni un dogma, se trata de usar las enseñanzas que tiene como herramientas y medios para seguir tu Luz, para ir al re-encuentro con tu Verdad, para desvanecer todos los obstáculos mentales y emocionales que hoy sientes que te limitan y que censuran tu música, tus colores y tus ganas de ser Tú.
Si te da curiosidad saber más sobre este camino espiritual como un camino de autenticidad, suscríbete a mi newsletter personal AQUÍ y pronto te invito a una charla virtual.
Gracias por estar aquí, hasta la próxima!
Con amor, Juli.







Ame la forma de compartir!!! Me encanto la historia de Kim!!
Mucho quisiera ver de tu hermosa poesía!!