Todo pasa. ¿Qué queda?
- Julia Elena Calderon
- 21 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 27 jun
Día 14
Todo pasa. Incluso lo más bello, lo más esperado, lo que nos llena el corazón… también se acaba. Esa es una de esas verdades simples que a veces cuesta abrazar, pero que, cuando se permite entrar, libera. Este es un registro de lo vivido hoy —una celebración luminosa y un recordatorio suave— de que nada dura para siempre… y que, tal vez, justo ahí está su regalo más profundo. Como el salón vacío al final del día: silencioso, intacto, testigo de todo lo que ocurrió y, aun así, Completo. Ese vacío también vive en nosotros. Y siempre queda.
Día Internacional del Yoga
Hasta las experiencias más felices, pasan. Se acaban. Hoy fue una experiencia bellísima celebrando el Día Internacional del Yoga junto a más de 30 personas.
Llegamos a las 8:00 a.m. a Fundaser y el salón estaba vacío. Todo el equipo se puso en marcha con sus labores asignadas. Con mucha emoción, a las 8:45 a.m. empecé a recibir a los asistentes. A las 9:05 a.m., el salón estaba lleno, todos los participantes acomodados en sus tapetes de yoga, listos para el viaje. Yo estaba frente al micrófono abriendo el evento, leyendo la programación del día. La pasé delicioso, tranquila, me gocé ver a Carolina hacer su debut como profesora de yoga ante un grupo tan numeroso. Me movía despacio (gracias a mi tobillo en sanación) para tomar fotos y videos. Todo se desplegó como estaba programado, excepto que terminamos 30 minutos más tarde de lo prometido.
A la 1:00 p.m. todos agradecimos, nos abrazamos, nos despedimos, recogimos los tapetes de yoga y el evento terminó. El salón volvió a quedar vacío, como antes de empezar.
¿Qué quedó?
Ya han pasado 7 horas desde que el evento terminó. Hicimos siesta al llegar a casa, le dije a Sebas: "Todo pasa, el evento tan hermoso de hoy inevitablemente terminó. ¿Qué quedó? Yo quedé, conmigo y mi enfoque". Cuando vi el salón vacío a las 8:00 a.m., me enfoqué en sentirme tranquila, guiada por el Amor para dar lo mejor de mí, sin prisa. Me enfoqué en pensar que Caro y Moni estaban sostenidas por el mismo Amor que yo, y que las iba a guiar en la clase que iban a orientar. Me enfoqué en pensar que los asistentes estaban aquí por sincronía del Amor, que cada uno tomaría de la experiencia lo que su corazón necesita. Me enfoqué en disfrutar, en estar presente, en observarme, en sentirme relajada.
Así fue. Logré sostener mi enfoque. No me preocupé cuando vi que empezamos a atrasarnos en el horario del cronograma (como hubiera hecho en años anteriores), no me sentí estresada al entrevistar a las estudiantes del profesorado, no pensé en decirle a Luis Fernando que no era buena idea hacer un saludo al sol que no estaba programado, no pensé que los asistentes fueran a enojarse o pensar mal de nosotros por no cumplir con el horario en punto.
Nada dura para siempre
Muchos años sufrí porque deseaba que los momentos en que me sentía feliz nunca terminaran. Pensaba que mi felicidad venía del momento, de la persona conmigo, del viaje, de la comida deliciosa, del regalo, del diploma, de la conversación con esa persona especial... Pensaba que venía de algo externo a mí.
Nada dura para siempre: ni una comida, ni una conversación, ni un abrazo, ni el instante en que recibes el diploma de grado. Todo eso llega y se acaba. Y si fuera cierto que la felicidad, la tranquilidad o la libertad vienen de algo externo, entonces estaríamos condenados a ser infelices, porque no siempre podemos acceder a esas experiencias o cosas que "nos dan" felicidad. Pero un detalle puede abrir la puerta a la claridad en tu consciencia: cuando la experiencia termina, sigues sintiendo esa felicidad, dicha, tranquilidad, alivio, amor. ¿Cuánto dura? Hasta que le des tu atención a otra cosa, a otra situación, a otro pensamiento.
Donde pongas el foco de tu mente, allí va tu energía
Supongamos que todos te aplauden por la charla que diste o la clase que orientaste. Es posible que sientas mucha alegría y gratitud. Pero si minutos después recuerdas que se te olvidó decir algo genial en la charla, que se te olvidaron partes de la clase que habías planeado, que de pronto lo pudiste hacer mejor… ¿cómo empiezas a sentirte? Si te enfocas en esos pensamientos, probablemente te sientas ansiosa, preocupada, enojada contigo. ¿Por qué ya no sientes la alegría que sentiste al momento de los aplausos? Porque cambiaste de pensamientos o llenaste tu mente de ideas que generan una sensación diferente.
Puedes estar en la fiesta más espectacular, rodeada de personas que amas, y pasarla muy mal. Aunque me digas que podría estar justificado por una u otra razón, la verdad es que el camino espiritual de Unidad nos dice que no hay nada externo que te condicione a sentir algo en particular, porque todo depende de tu enfoque mental. No quiere decir que tienes que estar feliz siempre y disfrutarte todo, ni que no puedas sentirte mal. Quiere decir que vivas tu sentir —feliz o infeliz— sabiendo que estás eligiendo tu enfoque, porque la Ley dice que donde pongas el foco de tu mente, allí va tu energía y automáticamente vives tu energía, como nos recordó hoy Luis Fernando Giraldo en su charla sobre astrología, solsticio y autoconocimiento.
Piénsalo
Todos hemos vivido esos momentos donde hemos comprobado esta verdad: cambiamos de enfoque, de actitud y ¡voilà! Nada cambia afuera, pero vemos y vivimos todo con un sentir diferente.
El vacío del salón
Escribiendo esto, aún siento que mantengo mi enfoque tranquilo, el que elegí a las 6:00 a.m., cuando prioricé los preparativos para salir a tiempo hacia el evento de yoga en lugar de sentarme a escribir mis 30 minutos.
Todo pasa. Todo lo que es impermanente, lo que no es Eterno. Y eso impermanente no tiene nada que ofrecernos. Somos nosotros los que le damos sentido, los que decidimos cómo vivirlo, porque sabemos que tendrá un final, como el cuerpo, que un día también lo tendrá. ¿Qué queda, entonces? Lo que siempre ha estado, lo que está desde antes, lo que está presente, lo que seguirá siempre: Tú, con mayúscula. La consciencia que está detrás de tus ojos, mucho más allá de tu cerebro, que está presente, aquí y ahora leyendo esto y entendiendo a un nivel profundo, no intelectual.
El Ser es el salón vacío de esta mañana, donde eventos infinitos pueden suceder, pero inevitablemente el evento, el suceso, el momento, pasa. Se acaba. Y el vacío del salón no se agota, no se perturba, no importa cuántos hechos y situaciones se vivan en él. El vacío intacto, que nunca cambia, es lo que siempre queda.
Eso Eres. Lo que siempre queda.

















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